miércoles, octubre 25, 2006

Crónica de un máster obligatorio

Supongamos que te equivocas de carrera y pasas 5 años de tu vida dedicándote a algo para lo que no sirves. Terminado el error quieres doctorarte y encuentras un hueco en el que podrías caber. Pero la suerte no se sentiría realizada si por una vez en la vida te dejara hacer algo que te gusta, tiene que ponerte mas pruebas así que decide hacerte partícipe de un maravilloso y nuevo plan que ha ideado al que ha puesto nombre de postgrado.
Después de medirte el pie alguien llega a la conclusión de que no tienes la talla para pisar el suelo con calidad de becario y no basta con que vayas a tener la talla dentro de unas semanas, o has crecido ya o sigues comiendo Calvo, piltrafilla. Así es como acabas con el bolsillo vacío y haciendo un máster de algo que no te gusta con, lo que es más importante, las esperanzas y la ilusión también vacías.
Cada día te enfrentas a un montón de faena que no te interesa, han logrado quitarme las ganas de saber, me han rodeado de personas más o menos expertas en cosillas que a mi me suenan a chino, eres la tonta entre los expertos interesados, a trancas y barrancas, sobreviviendo como un niño con síndrome de down en un colegio normal, esforzándote demasiado.
Te despiertas antes que el repartidor de periódicos y te acuestas pensando que has perdido 30min hablando con un conocido en el pasillo, que todavía puedes dormir menos para ganar algo de tiempo. Y mientras cenas te enteras de que han secuestrado a un fotógrafo, que en Galicia muchas personas han perdido todo lo que tenían y que mientras tanto los jóvenes norteamericanos se inventan bailes obscenos y el pepé sigue quejándose por el dichoso proceso de paz entreteniendo al gobierno de cosas realmente importantes. El mundo es un caos tal que unido a la mierda en la que te sumerges te quita las ganas de seguir y aún así sigues porque te sientes como cuando sales de casa con 40º y sabes que sino los sufres no llegas hasta el coche donde podrás ponerte el AC.