Me descubro a mi misma subiendo al coche con la mochila a las espaldas y la bolsa del gimnasio colgada de un lateral, la carpeta y otros bártulos en las manos, sin descolgarlos para arrancar el coche antes de dejarlos en el maletero. Sirva que mientras descargo, el coche se caliente.
La situación parece sacada de una de esas películas, sí, de una comedia romántica, pero es mi vida y supongo que es lo que cabe esperar de alguien que "sube para arriba", "entra para adentro" y "ve lámparas de luces".
Hoy no he dormido y tengo tanto sueño que la realidad es como una ficción mal contada. En cuántas ocasiones pensamos que alguien maneja los hilos de lo nos sucede y si fuera así, nos preguntamos por qué hay gente tan afortunada y por qué hay otros que vamos de tropezando de piedra en piedra y cayendo de agujero en agujero. Supongamos que es así, que somos como muñecos manejados por algún triste gigante que se divierte haciéndonos infelices ¿serviría de algo que nos paráramos, miráramos arriba y gritáramos "basta ya"? ¿Qué probabilidades tendría una de esas figuritas de ser escuchado en un terreno de juego tan amplio, lo más probable es que, mientras tu gritas, esté chingando a otro muñeco infeliz. Pero lo cierto es que si tiene especial predilección por fastidiarte a ti, las probabilidades de que te oiga gritar porque en ese momento está disfrutando de cuánto te ha molestado, son mayores.
Ojalá fuese tan sencillo acabar con la propia desgracia.
La situación parece sacada de una de esas películas, sí, de una comedia romántica, pero es mi vida y supongo que es lo que cabe esperar de alguien que "sube para arriba", "entra para adentro" y "ve lámparas de luces".
Hoy no he dormido y tengo tanto sueño que la realidad es como una ficción mal contada. En cuántas ocasiones pensamos que alguien maneja los hilos de lo nos sucede y si fuera así, nos preguntamos por qué hay gente tan afortunada y por qué hay otros que vamos de tropezando de piedra en piedra y cayendo de agujero en agujero. Supongamos que es así, que somos como muñecos manejados por algún triste gigante que se divierte haciéndonos infelices ¿serviría de algo que nos paráramos, miráramos arriba y gritáramos "basta ya"? ¿Qué probabilidades tendría una de esas figuritas de ser escuchado en un terreno de juego tan amplio, lo más probable es que, mientras tu gritas, esté chingando a otro muñeco infeliz. Pero lo cierto es que si tiene especial predilección por fastidiarte a ti, las probabilidades de que te oiga gritar porque en ese momento está disfrutando de cuánto te ha molestado, son mayores.
Ojalá fuese tan sencillo acabar con la propia desgracia.