viernes, agosto 07, 2009

Desapariciones fugaces negadas

Iba andando por la calle cuando me percaté de que una chica pasaba por mi lado con la cabeza tan gacha que todo lo que podía ver de ella era su coronilla seguida inmediatamente de su cuerpo pues su barbilla estaba absolutamente pegada a un invisible esternón. No hace falta ser Freud para llegar a la conclusión de que algo le avergonzaba, ya fuera momentáneo o un permanente problema de autoestima.
Las personas tenemos la extraña reacción de negarnos a nosotros mismos cuándo estamos avergonzados o sentimos miedo. El hecho de no poder mirar a los demás de bajar la mirada es una negación del propio yo, sentimos que si no vemos al resto, el resto no nos verá a nosotros, es más, creemos que si no afrontamos sus miradas el rechazo no existe, pero es una mentira, el resto sigue ahí con o sin nuestra presencia.
Es exactamente la misma razón por la que ante el miedo nos tapamos. Acaso el hecho de taparnos con una sábana va a evitar que el asesino nos atraviese con un cuchillo. Ignoro si sea una reacción innata o aprendida pero es altamente preocupante. La negación del propio yo significa que en ese momento nos creemos insignificantes y brindamos a aquello que nos ataca el protagonismo mediante nuestra desaparición momentánea. El ser humano debería tener la reacción de afrontar el miedo, de mirar hacia delante sin querer decir esto que el miedo o la vergüenza vayan a desaparecer pero sí el sentimiento de que no valemos lo suficiente en comparación con aquello de lo que nos escondemos.

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