jueves, diciembre 24, 2009

Diagnóstico: suicidio.

Escudándome en esta cierta sensación de anónimo que el blog me confiere, confío en que quienes saben de mi entiendan mi postura y para quienes no sea así, me dejen tener el atrevimiento de abordar un tema algo peliagudo desde un punto de vista personal. Para quienes viven el presente conmigo saben que no se debe a pura casualidad que venga hablando de este tema y me gustaría que aquellos que estos días hayan sentido la necesidad de dar una explicación a los acontecimientos, encuentren algo de consuelo en esto.
Hay personas que se suicidan. Hay personas que tienen el valor de ponerse al aborde del abismo y no dudar. Cualquiera de los que ahora nos quedamos perplejos con un comportamiento tan sencillo que implica tanta complejidad intentamos explicar el suceso imaginando un gran dolor y sufrimiento. Sin embargo, y no con ánimo de minimizar sino todo lo contrario, muchas personas en algún momento pasan por momentos muy duros y periodos de eterna tristeza y lo superan y viven. Su elección es vivir y debemos recordar que incluso el vivir o no puede formar parte del libre albedrío, de la libertad de decisión sobre nuestra propia vida. Va contra natura acabar con nuestra vida ya que está en nuestro instinto la supervivencia y es por eso que creo que quien tiene el eterno valor de quitarse la vida tiene alguna conexión diferente a la del resto que lucha por todo lo contrario. Con esto quiero decir que así como hay personas que mueren de cáncer, de un ataque al corazón, de neumonía, etc, hay personas que mueren de suicidio, hay personas que tienen una enfermedad que en lugar de atacar a los pulmones al corazón o a las células, ataca a los instintos más primarios. Y al igual que no es culpa de nadie que alguien tenga cáncer, infarto o neumonía tampoco puede serlo que alguien muera de suicidio.

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