domingo, julio 13, 2008

Doce de julio de dos mil ocho

Los entierros, extraña forma de despedir al ser querido. Esta cultura cristiana que se impone aún en contra del sentido común, obliga a una especie de ensañamiento que se calcula con premeditación y que parece no tener otro fin que urgar en la herida de los que por fortuna se quedan.
El negocio seguro de las funerarias es una cruel venta de alternativas destinadas a golpear a los familiares en el estómago. Y de todo, lo único bueno es que quienes te quieren acuden a acompañarte en el trance aunque sin embargo, bien lo podrían hacer visitándote en casa bajo el cálido techo del hogar y no en el gélido ambiente del aire acondicionado de la sala de un tanatorio.

No hay comentarios: