La vida se reduce a un conjunto de recuerdos vagos que resumen un montón de pequeñas cosas. Estos sucesos, más o menos inesperados, producen un sentimiento global que guía el proceso de selección de ese conjunto al que después llamamos vida y en el que nos basamos para afirmar o negar que somos felices.
A nuestro alrededor las personas que conocemos se hayan en el proceso de construcción de la parte de ese sentimiento que nos incumbe. Los humanos reducimos nuestra felicidad a lo acumulado hasta el momento y en ese sentido la felicidad de los otros está en nuestras manos.
Una nota de buenos días, hacer hablar a un muñeco, ver una película que no te gusta para complacer, preparar una comida especial, hacer algo por quien va con prisas, sentarte guardar silencio y simplemente hacer compañía... El día está lleno de regalos por recibir y por dar, sobre todo por dar y cuando alguien no es feliz deberíamos preguntarnos en qué medida hemos contribuido a su infelicidad.
Repartir felicidad 0€, ser participe de la felicidad de otros no tiene precio.
A nuestro alrededor las personas que conocemos se hayan en el proceso de construcción de la parte de ese sentimiento que nos incumbe. Los humanos reducimos nuestra felicidad a lo acumulado hasta el momento y en ese sentido la felicidad de los otros está en nuestras manos.
Una nota de buenos días, hacer hablar a un muñeco, ver una película que no te gusta para complacer, preparar una comida especial, hacer algo por quien va con prisas, sentarte guardar silencio y simplemente hacer compañía... El día está lleno de regalos por recibir y por dar, sobre todo por dar y cuando alguien no es feliz deberíamos preguntarnos en qué medida hemos contribuido a su infelicidad.
Repartir felicidad 0€, ser participe de la felicidad de otros no tiene precio.
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